SOLIDARIDAD SIN FLASHES, Y CON EL CORAZÓN

En tiempos tormentosos, donde abundan familias afectadas pero también oportunistas, una mano tendida parecería que necesariamente tiene que ir acompañada de una fotografía. Una imagen donde el mismo protagonista -habitualmente político- se dirá entre sí: “qué buenito que soy ayudando al prójimo”; o le dirá a su asistente: “tomame desde aquél ángulo que salgo mejor”. Y si se ven chicos, mejor.

  Pero también hay -afortunadamente- mucha gente anónima que no tiene espacios en los medios de comunicación, que practican la solidaridad sin flashes ni con el afán de ser aplaudidos. Entre ellos está la familia de Horacio Torres, árbitro de la Liga Saenzpeñense de Fútbol que tiene un merendero para asistir a pequeños de escasos recursos y de origen humilde.

Todo comenzó en las inundaciones de enero de 2018, cuando Sáenz Peña se vio desbordada por los más de 300 milímetros de la lluvia registrada en dos días. Los servicios colapsaron y los organismos públicos no daban abasto. Entonces surgió la idea de brindar asistencia a los chicos del barrio, a esos que habitualmente lo ven descalzos, con una pelota bajo el brazo, o con una mochila cuando van a la escuela. Esos que siempre tienen una sonrisa en sus rostros pero que, bajo esas circunstancias, la tristeza los invadía.

  Los orígenes del merendero

  En este contexto nació el merendero “Emilio Robledo” en calle 41 entre 18 y 20, pleno barrio Santa Mónica, ubicado al noreste de Sáenz Peña. No dudaron un momento. Se las arreglaron con las cosas que tenían en su casa y algunas otras que consiguieron de amigos y familias que se sumaron a esa gran movida, con la sola intención de cumplir un rol donde el estado está ausente.

El grupo lo encabezó el árbitro Horacio Torres, acompañado de manera incondicional por su esposa, sus cuñadas y su suegra, quienes consiguieron prestado una olla de buenas dimensiones para iniciar la tarea. El comentario “boca a boca” y la necesidad de la gente, llevó a que se congreguen hasta 150 niños y algunos abuelos. A pesar de que la comodidad no abunda, la calidez del lugar logró suplir cualquier tipo de carencia.

Pero el agua se fue, las necesidades continuaron y los chicos siguieron yendo en busca de su merienda. La olla debió devolverse pero enseguida se consiguió otra que fue donada y la misión pudo mantenerse. Se sumaron algunos comercios para colaborar con verduras, carne y carcasas de pollo; con el municipio aportando para dos días de merienda.

  Cuando se puede, almuerzo y festejos

  Así el merendero pudo seguir funcionando de lunes a viernes, y los sábados se incorporó almuerzo. Todo con esfuerzo, golpeando puertas y sumando amigos como el cuerpo de árbitros de la Liga Saenzpeñense. “Cuando falta, igual tenemos que poner de nuestro bolsillo, porque los chicos no tienen la culpa”, reconoce Torres sobre esta situación.

En algunos momentos también pudo festejarse el cumpleaños de algún pequeño, e incluso el Día del Niño con aportes extras de los amigos. “Los conocemos a los chicos y es un gran compromiso mantener esto para no defraudarlos. Muchas veces pensamos si vamos a poder seguir, pero gracias a Dios siempre aparece una mano solidaria”, dijo el árbitro con orgullo.

Entre las mercaderías de primera necesidad, que habitualmente utilizan, se encuentran leche, harina, grasa, aceite, arroz, fideo, puré de tomate, yerba y azúcar. Incluso había alguna reserva pero con esta nueva inundación debieron recurrir a ella para cumplir con la demanda de los chicos. Para cualquier aporte, quienes puedan colaborar podrán contactarse al teléfono 3644-738400. Cientos de pequeños, y su corazón, se lo agradecerán.