DANY GÓMEZ, TRES DÉCADAS FORMANDO PERSONAS

Hay personas que a medida que transcurre el tiempo se van constituyendo en un ícono dentro de la sociedad. Es el caso de Daniel Gómez, o simplemente el “Dany”. Ese profesor recto, exigente, amable y, fundamentalmente, gran persona. Tres décadas han pasado desde su inicio como docente en el “Indu”, y hoy dice adiós.

Su vida ha dedicado a la Educación Física, a la formación de un par de generaciones de alumnos que han sabido respetarlo y admirarlo en la histórica EET Nº 22. Si bien en corto tiempo se acogerá a los beneficios de la jubilación, el proyecto particular del gimnasio de “Lo de Dany” sigue siendo su desvelo y el sueño de su vida. Pero la docencia escolar, hasta acá llegó.

En una carta muy sentida, Dany Gómez compartió el sacrificio que le significó formarse para después formar. Ese “capital” que supo edificar para llegar a una etapa en que valora lo mucho que le dieron sus padres para transitar una vida en la que no pasó inadvertido. Porque sus enseñanzas, dejaron una huella.

  El momento de la despedida

Queridos Alumnos del INDU, Amigas/os de “Lo d’ Dany”:

  Hoy después de 30 años de concurrir diariamente en época escolar a dictar mis clases de Educación Física al INDU (E.E.T. Nº 22 “Tte. B. Matienzo”) le digo hasta siempre Escuela querida!!

  Hoy tomo la licencia correspondiente hasta que las autoridades de mi querida Provincia del Chaco decidan jubilarme.

  En el año 1973 y con 13 años desde mi querido Quitilipi me inscribí para cursar mis estudios secundarios en la E.N.E.T Nro. 1 “Tte. Benjamín Matienzo” (ya desde hace varios años al pasar a la provincia E.E.T. Nº 22). La gran aventura con mi responsabilidad de adolescente de viajar estos 25 km., la mayoría de los días “a dedo”, de caminar cientos de veces desde la Escuela (calle 14 entre 5 y 7) hasta el cruce (hoy la rotonda de las rutas 16 y 95); otras cientos de veces caminar desde el acceso a Quitilipi hasta la Estación de Trenes (mi casa).

  La aventura y necesidad de comer todos los mediodías en algún banco de la Plaza San Martin o en algún banco de la propia Escuela, alguna milanesa, picadillo, carne hervida o alguna otra comida que me preparaba mi Madre para poder terminar la doble jornada que implican las Escuelas Técnicas.

  Indudablemente el estímulo permanente de mis Padres y la admiración hacia algunos docentes hicieron que mi sacrificio sea más llevadero y no fuera en vano, y que cada día fuera un nuevo desafío.

  Al tener que cursar el ciclo superior cambió más aun mi vida de estudiante, porque salía de casa a las 17,30. Muchas veces mi Padre me llevaba en bicicleta hasta la ruta para que alguien me llevara a Sáenz Peña por que ingresaba a la Escuela a las 19 hs.

  El regreso era otro tema, salir a las 23,55 de clase y caminar por la calle 12 hasta la ruta 16 y esperar que algún buen camionero o rara vez, debido al poco tránsito en esa época, me llevara de regreso a casa. Generalmente caminar desde el acceso hasta la Estación de Trenes.

  Muchas veces la lluvia o la mala suerte hacían que recién regresara con el colectivo de las 3 hs. Pero a las 6,30 a trabajar hasta las 12 en una obra para no concurrir a taller al otro día, y de paso ganarme mis monedas para el fin de semana o algún gusto.

  Pero un día se despertó en mi las ganas de ser Profesor de Educación Física porque en Quitilipi no había, solo docentes que enseñaban porque no había profesores. Entonces decidí terminar 5º Año en un bachillerato en Quitilipi.

  Pasaron dos años de trabajar, un año de prestar servicio a MI Patria (Servicio Militar Obligatorio), unos meses de estar en el teatro de operaciones sur por la guerra de Malvinas.

  Así que en 1983 fui tras mi sueño de ser Profesor; 1986 nos sorprende a la familia la muerte de mi Padre. A trabajar y estudiar que ya me faltaba poco. Marzo de 1988 rindo mi última materia, inmediatamente a buscar trabajo en escuelas y Centro de Educación Física.

  Un día llegue a mi querido INDU. El director, el mismo que cuando yo estudiaba: Profesor Don Reynaldo Descalzi. Recuerdo cuando pedí hablar con él, me hizo pasar a su oficina, rápidamente sin que yo le dijera nada me comentó “Gomecito que haces…que te trae por aca”.

  Después de contarle qué fue de mi vida cuando me fui del INDU y de ofrecerme para trabajar en la Escuela cuando tenga alguna hora disponible, él me respondió: “tengo 3 horas sin profesor de Educación Física, pero con una condición, tenés que demostrarme que sos el mismo que fuiste cuando venias como alumno”.

  Don Reynaldo había sido también mi Profesor de Matemáticas en 1º y 2º Año. “Quiero que te dediques a la Escuela igual que te vas a dedicar a las otras, porque aquí tus colegas se dedican a los otros colegios y muy poco a este”, fue su única recomendación.

  Pasaron 30 años. Esas 3 horas finalizaron en 21 hs. Nunca trabajé en otro colegio, jamás falté o llegue ni un minuto tarde en ese tiempo, jamás realicé ningún tipo de huelga o paro. Solo tuve una licencia de 40 días por un accidente.

  Treinta años que me pasaron volando. Pareciera que fue ayer cuando mi Madre me enseñó cómo preparar el cebo para engrasar las pelotas de fútbol, porque antes eran de cuero y había que cuidarlas para que duren más.

  Mi agradecimiento a todos mis Alumnos con los que me tocó compartir “mi gran amor”, la Educación Física, porque gracias a ellos pude mostrar mi trabajo, dedicación y responsabilidad.

  Hoy que dejo la docencia en el INDU quiero dedicárselo a la memoria de mis Padres, quienes siempre fueron mis grandes ejemplos y fuente de motivación para luchar y seguir mis sueños. También lo quiero compartir con Don Reynaldo Descalzi, el Profesor Don Luis Agudo, el Profesor Don Félix De la Vega, a quienes siempre admiré cuando fui Alumno del INDU.

  También a la memoria de mis Maestros de Taller que en su trabajo tambien admire los Maestros Vaulet, Garnica, Mancilla.

  Por su puesto a mis Grandes Profesores del Instituto Superior del Profesorado de Educación Física, Alberto Metz, Cosme Barrionuevo, César Villalba, Jorge Címbaro Canela, Eduardo Iglesias, Marcos Goycoechea, Jesús López Ordaz, Alberto Blanco.

  No podría olvidarme de mi Glorioso Grupo de Artillería 121 (La Paz, Entre Ríos) donde reafirmé los valores aprendidos en mi casa, sobre todo el amor incondicional y la voluntad de estar siempre al servicio de la Patria.

  Espero haber transmitido a mis educandos lo que siempre intente, la importancia de la actividad física y la vida sana, responsabilidad, libertad, solidaridad, respeto, justicia, compañerismo, lealtad, compromiso y dedicación. Si esto lo logré, podré decir: mi esfuerzo no fue en vano.

  Hasta Siempre INDU QUERIDO mi etapa aquí llego a su fin. Que la nueva etapa que se inicia con el colega que me reemplace sea todo un éxito.

Dany.